Pedir un aumento, compartir tus ideas en una reunión o pequeñas tareas de este estilo en el trabajo pueden llevarte a situaciones en las que te sientas nerviosa, tengas dudas y no sepas qué hacer.
Es normal. Pero tienes que tener en cuanta que si estás buscando tener una buena carrera a largo plazo, es necesario sentirte con confianza.
- Reconoce como te hablas
- Ve a por la crítica positiva
- Celebra tus victoria
Un elefante se balanceaba
“Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña y al ver que no se caía fue a llamar a otro elefante, dos elefantes se balanceaban…” ¿Te acuerdas de esta canción infantil? Seguro que no has conseguido leer esta frase sin poner esa inocente vocecilla infantil y te ha trasladado por unos instantes a aquellos primeros años de vida.
¿Has pensado alguna vez que tú eres realmente un elefante? Eres un animal donde ya ha perdido toda esa inocencia y cada vez que aumentabas uno año de vida te ibas haciendo más grande pero también cada vez ibas pesando más, y no me refiero físicamente. Cada año se sumaba un kilo de responsabilidad sobre ti, más trabajo, más estudios, más tareas, llegar a más
sitios en menos tiempo, más veces escuchar frases tipo “es que ya tienes una edad, ya deberías saber hacer esto” … En resumen, una mierda.
Mientras sentías como sobre tu espalda aumentaba la carga y cada vez te sentías más pesada, te encuentras con que cada vez es más difícil mantener el equilibrio y que, por tanto, te has caído innumerables veces, tantas que ya has perdido la cuenta.
Tu vida es una tela de araña, fina y bamboleante que hace que tengas que estar continuamente moviéndote para no pesar demasiado en los extremos, los lugares más débiles para una masa pesada que haría que se fuera desquebrajando y al final se rasgaría para dar lugar al abismo más oscuro.
Hablemos de los extremos, la RAE lo define como “punto último a que puede llegar algo”.
Lado A; estudios, trabajo… aquello que es tu carga laboral o estudiantil diaria, lo que te sustenta o te sustentará en un futuro. Si no realizas este pequeño sacrificio diario o bien suspendes o bien dejas de ganar dinero, en ambos casos terminarías con un mal futuro.
Lado B; vida social, amigo y familia y todo lo que tenga que ver contigo misma; forma de ser y estar, aficiones, metas, etc. Si no te involucras con las personas que te rodean pasarás a ser un ente solitario, desdichado. Igualmente, si no piensas en quién eres, dónde quieres llegar o qué es lo que quieres, carecerás de autoconocimiento y creo que es de todo lo peor, lo más horrible.
Y ahí estás tú, ese elefante que deambula por una red, que lucha por estar en el medio del lado A y del B. En la esperanza de la vida, en la media de la muestra que representas frente a la sociedad. Quieres tener un trabajo o estar estudiando y a la vez que dé tiempo a estar con los tuyos, a pensar en ti. Sin embargo, el elefante está influenciado por un aire fuerte que hace que te muevas a un lado u otro, y en ese juego de vaivenes que es la vida te encuentras ahora mismo, inconscientemente, en una lucha desesperada para volver al medio.
Que difícil es sacar adelante tu carrera y a la vez tener vida social y estar equilibrada emocionalmente.
Que difícil es llevar a cabo un trabajo, cuidar a una familia y sin olvidarte de que antes que nada estás tú.
Los elefantes tienen una memoria increíble, recuerdan el camino que año tras año recorren para encontrar de nuevo ese pasto que les sustentará y les permitirá sobrevivir otro tiempo más.
Y siempre, a pesar del tiempo, de los peligros que les pueden acechar o de lo complicado que se lo podamos poner los humanos, consiguen encontrar el camino.
«Los electrones tienen carga negativa, los protones carga positiva los neutrones en cambio, no tienen ningún tipo de carga…»
Simultáneamente, mientras el profesor decía esa frase mi cerebro estaba lejos, muy lejos pensando en cómo terminar el texto que tenía entre manos con una frase potente que daría el broche final a mi microrrelato.
Era 2º de la ESO, la asignatura física y química.
En aquella época, mientras las hormonas fluían por el aire de esa clase abarrotada de adolescentes llenos de vida y el profesor intentaba a duras penas hacerse oír entre tanta algarabía, yo me encontraba ahí, ajena a todo lo que ocurría sin darme cuenta de que dentro de poco iba a ocurrir el principio del fin.
En el examen de los protones, electrones y neutrones saqué un 4,2. En aquella época esa nota vino a ser una jarra de agua fría, bueno más bien el diluvio.
Cinco años después miro esa época con nostalgia y melancolía y me doy cuenta de que a veces hace falta caer para darte cuenta de que no vas por el camino correcto, tienes que volver atrás y pensar que tal vez el camino H no te lleva a la meta, puede que sea el R.
Por aquellos entonces, con 14 años con toda la vida por delante me fue fácil pensar que el camino de la C de ciencias no era el adecuado para mí, lo pensé porque fue el primer examen que suspendía, el primer profesor que se me atravesaba y la primera asignatura que al estudiarla no sentía motivación. Todo esto hizo que la rabia brotara en mí, pero no la canalicé en forma de autocastigo, al siguiente examen saqué un 10 y al siguiente año intenté quitarme tan rápido como pude Física y Química para no volverla a dar nunca más.
Me alegro de haber suspendido ese examen porque así supe que la Física no era lo mío, que puede que ese microrrelato que estuve escribiendo mientras explicaba el profesor sirviera para hacer un punto de inflexión en mi vida y que tal vez ganar con él el segundo premio en un concurso literario no fuera una casualidad y lo mismo tenía más futuro en aquel mundillo.
Con esto quiero decir que no todos valemos para los mismo, ni tenemos las mismas capacidades.
Gardner diferenciaba hasta ocho tipos de inteligencias; lingüística, matemática, corporal, espacial, musical, intrapersonal, interpersonal y la naturalista.
Todas ellas las puedes desarrollar a través de la educación y práctica o repetición. Pero aún así, podemos destacar en alguna especialmente y en otras apenas tener recorrido.
Cuando sientes que te estás ahogando y que las cosas no fluyen como deberían, te das cuenta de quien eres, de que camino quieres tomar y que futuro quieres tener. Mira a tu alrededor, observa, prueba las cosas y piensa si esto o eso te puede gustar, si podrías adquirirlo y ponerlo en tú vida o si en cambio no merece la pena.
El tiempo te va a poner en tu sitio, pero mientras camina por todos los caminos que te muestra la vida y prueba cada uno de ellos, desde la A hasta la Z. Yo he terminado eligiendo el E de escritora, pero antes he probado otros tantos y no me arrepiento porque así he descubierto que algo no me gusta o no se me da tan bien. He escogido senderos también que no son la vía
principal pero que me hacen feliz.
Por último, decirte, que, aunque yo tenía 14 años y me dio tiempo a cambiar,
tú todavía tienes oportunidades, porque ¿estás con vida no?
Escrito por: Marina Camazon
Nunca tuvimos demasiado valor
Nunca tuvimos demasiado valor para volver a empezar. Nos conformamos con nuestros sueños de ayer y los vimos declinar. No tuvimos el suficiente valor para reinventarnos
Somos la pareja ideal
Somos la pareja ideal, nos dijimos hace 10 años. Y lo fuimos. Vivimos con valor nuestros sueños de entonces día a día hasta que los sueños nos ahogasen y se convirtieran en reproches y no tuvimos el valor de reconstruirnos. Dejamos de ser la pareja perfecta para ser una más, entre las anodinas parejas que hace 10 años rechazábamos. ¿Por qué no supimos encontrar la belleza y el valor para vivirnos con otras ilusiones? ¿Para vivirnos con otras ilusiones distintas a las que diseñamos hace 10 años?
Nos faltó valor para reconocer que la vida, las experiencias nos cambian y que necesitamos de nuestra creatividad para mantener nuestra relación en el tiempo.
Nunca tuvimos demasiado valor para vivir sabiendo que el amor que sentimos no íba a mantenernos en el vértice de la ola. La ola termina llegando a la arena y se serena o se estrella contra la roca, rompiendo lo que toca. ¿Nos destruyó nuestra ilusión de super-amor?
Seremos la pareja ideal
Somos y seremos la pareja ideal, aunque hayamos pasado un tiempo sin demasiado valor. El valor se encuentra. Encontraremos, tú y yo, el valor de reconstruirnos con la ilusión de ayer. Entraremos en una metamorfosis perfecta para seguir en la cama del amor. Cuidaremos las flores que conocemos y haremos injertos para que siendo las mismas sean nuevas. Modificaremos nuestro ADN para adentrarnos en el misterio de nuestras nuevas experiencias. Haremos un relato nuevo donde los protagonistas seguimos siendo tú y yo: nunca tuvimos demasiado valor, pero hoy, el valor que se nos escapó sin darnos cuenta, silenciosamente, está entre nuestras manos gritando: ¡quiero vivir!.
El valor que se nos escapó sin darnos cuenta, silenciosamente,
está entre nuestras manos gritando: ¡quiero vivir!.
«Hoy no, quizás mañana» la excusa que todos ponemos y que nos protege
Hoy no, quizás mañana. Cuando nos sentimos inseguros esta afirmación de “hoy no, quizás mañana” nos protege. Cerramos la puerta a realizarlo ahora, y conseguimos sentimos más tranquilos. Y como somos inteligentes, al mismo tiempo no cerramos la puerta a que mañana si podemos hacerlo. Esta puerta abierta que dejamos a realizarlo en otro momento, también nos tranquiliza porque nos protege de la idea de que realmente no lo vamos hacer. Dejar abierta la puerta al mañana evita que vivamos la angustia de no sentirnos capaces de realizarlo hoy.
“Hoy no, quizás mañana” es la mentira que vivimos con mayor frecuencia en nuestras vidas. Es la excusa que nos ponemos para no sentir en el momento presente el miedo que nos produce llevar “esa” acción a la realidad de nuestras vidas.
Realmente, si no fuese una “mentira” que nos decimos, pondríamos fecha y hora para realizarlo. Solo, habríamos pospuesto una acción porque ese momento no era el más conveniente para hacerlo. Y nos sentiríamos bien.
Vivir en “hoy no, quizás mañana” nos puede traer disgustos innecesarios porque “mañana” puede ser un tiempo en el que ya no lo podamos hacer porque nuestras condiciones vitales han cambiado.
Existe un refrán que nos anima a no caer en esta forma de pensar y es:
“No dejes para mañana, lo que puedes hacer hoy”
Como salir de “Hoy no, quizás mañana”
Dejar para mañana lo que no puedes hacer hoy es muy conveniente cuando existe una razón objetiva que nos impida realizarlo
Igual no sé hacerlo todavía
Es una buena razón. Pero si quieres hacerlo tendrás que ponerte fechas para ir adquiriendo los conocimientos necesarios para realizarlo y cuando llegue el momento no dejarlo para.. “hoy, no. Quizás mañana”
Igual es algo que no queremos hacer
Nos ocurre a menudo que sentimos las demandas del exterior como si fuesen nuestras. No nos atrevemos a decir: No quiero hacerlo. Y resolvemos el problema diciendo: “hoy no lo hago, pero quizás mañana si” Intentamos de esta forma quedar bien con el otro, pero con nosotros mismos, no nos sentimos a gusto. No nos sentimos a gusto porque si decidimos hacerlo sabemos que es por miedo a quedar mal, no porque estemos ilusionados con la idea.
Aceptar que tenemos el derecho a no comprometernos con esa petición nos ayuda a ser más libres en la decisión.
Igual es una fantasía.
Es un cuento que nos contamos y que sabemos desde el principio que solo es eso: un cuento.
Fantasía e ilusión no es lo mismo. Las ilusiones se persiguen y están dentro de nuestros sentimientos. El cuento, es una narración que nos hacemos a nosotros mismos y en el que no vemos ni un rayito de realidad.
Hoy tengo invitados. Hoy voy a cenar con mis seres queridos que ya están viviendo otra historia fuera de mi mundo
Estoy entusiasmada y nerviosa a la vez. Es una cena muy especial para mi.
¿Vendrán?
No quiero que se cuelen en mi vida en cualquier momento. Qué se cuelen en mi pensamiento, sin que yo me de cuenta.
Hoy es un encuentro planeado. Una cena como la de Navidad, es lo que pretendo hacer hoy, pero más íntima.
He dejado velas encendidas, para que no tengan problemas en encontrar mi casa. Yo ya no vivo donde convivía con ellos.
¿Me contarán sus nuevas experiencias o saldrán temas pasados, como en cualquier mesa navideña?
Saldrán temas pendientes y reiremos, discutiremos y espero que ningún plato salga volando.
Siempre temas pendientes… Exigencias sin cerrar que todavía duelen. Reproches que no se han diluído en el tiempo.
Os quiero, formásteis parte de mi. Me formé con vuestras risas y lágrimas. Pero hoy os quiero como invitados. Invitados importantes y queridos, pero solo eso: Invitados. Invitados que pasan un rato juntos y se despiden hasta la próxima… Y la próxima vez que nos veamos será de aquí en un año. Recordaros y compartir un rato de mi vida con vosotros me alegra pero que vivais en mi recuerdo continuamente, NO.
No quiero interferencias vuestras, soplos que llegan sin que vea de donde, pero sabiendo de quien.
Os dije adiós el día en que nuestros caminos se separaron. Pero hoy siento que no fue un adios definitivo. Fue el adios impuesto por las circunstancias, estoy segura de que ninguno lo queríamos; pero llegó y llegó de improvisto. Hoy es distinto, hoy quiero decir adios con una sonrisa. Permanecer con vosotros cuando ya no estáis es como estar encerrada en un bote con muchas especies, que van poniendo sabores a mi vida que forman parte del pasado.
Hoy en esta cena entre vivos y muertos, hoy en esta cena preparada con cariño os diré mi adios definitivo. Y os daré las gracias por haber formado parte de mi vida: Sin vosotros yo no estaría en el mundo de las formas.
Hace un par de días, unos amigos y yo decidimos irnos a tomar unas cañas para desconectar de la universidad y ponernos al día. Después de algunas horas (y unas cuantas cañas), la conversación tomó un tono más serio y reflexivo, y uno de mis amigos lanzó la pregunta de la noche: ¿estáis donde queréis estar?
Mi respuesta fue rápida: ¡SÍ!
Todos se sorprendieron porque no me había parado ni un segundo a pensar sobre ello, pero la verdad es que no me hacía falta. Estoy donde quiero estar, y esto es gracias a las decisiones que he tomado a lo largo de mi (corta) vida, algunas acertadas y otras no tanto, pero eso no es lo importante.
Para ser sinceros, no soy la persona que me imaginaba que sería hace unos años, pero eso no significa que esté mal. Porque nuestras ideas cambian, y la percepción que tenemos sobre nosotros mismos y sobre lo que queremos, también.
Cuando tenía catorce años, creía que yo sola iba a cambiar el mundo y, a decir verdad, ahora mismo esa idea me parece bastante soberbia. Este es solo un ejemplo de cómo nuestros puntos de vista y nuestros objetivos son alterables. No porque nosotros decidamos alterarlos, sino porque crecemos y comenzamos a establecer prioridades. Sí, prioridades, esa palabra que nos asusta y que tratamos de evitar todo el rato. ¿Por qué? Porque al elegir algo, renunciamos a muchas otras cosas, pero es el pequeño precio que tenemos que pagar para conseguir lo que realmente queremos.
Volviendo a la pregunta de mi amigo, si estoy donde quiero estar, es gracias a haber antepuesto unas cosas a otras. Ese es el mensaje que hoy quiero haceros llegar: no tengáis miedo de renunciar a algo, si esa renuncia os va a dar la oportunidad de priorizar aquello que os ayudará a conseguir lo que queréis. Solo nosotros somos responsables de nuestra situación y por lo tanto, está en nuestras manos convertirnos en la persona con la que soñamos (o en la que decidimos ser cuando nos despertamos).
25 años
Bien, como a mis cortos 17 años de edad sé más bien poco del amor, hablaré de matemáticas; de las cuales tampoco se mucho por lo que no os echéis las manos a la cabeza.
25 años de matrimonio, lo que equivale a 3000 meses, que su vez son 1.3000 semanas, 9.125 días, 219.000 horas, que son 13.140.000 minutos los que así vez equivalen a 788.400.000 segundos. Lo que me lleva a pensar… Pff cuánto tiempo
Pero como dijo Einstein, ahora entrando en física, el tiempo es una ilusión, algo creado por el ser humano para no volverse loco con los cambios que ocurren en sí mismo y a su alrededor.
Pero ¿cuántos de nosotros y nosotros no hemos experimentado lo relativo que es el tiempo? Todos sabemos que no dura lo mismo una hora trabajando que una hora con una persona especial. Por lo que pensándolo bien quizá para ellos (mi padre y mi madre) no es tanto tiempo, quizá incluso; por cómo se miran aún cada mañana, por lo pequeños gestos de cariño… estoy segura que una vida se queda corta.
Y es que los sentimientos, y ojo que digo sentimientos y no emociones; porque entrando en psicología no es lo mismo, las emociones son intensas e instantáneas que no tienden a durar mientras que los sentimientos son menos intensos sin embargo más duraderos; pero mama, papá yo creo que tenéis mitad y mitad.
Porque la intensidad no se mide en la efusividad del abrazo sino en la duración de este y a las pruebas me remito: lo vuestro es intenso.
Siempre en los libros nos han vendido un ideal de amor romántico marcado por la efusividad del momento y condenado por miles de dificultades. Pero tras leer unos cuantos libros y veros todos y cada uno de los días de mi vida, os digo que esos libros no tienen ni idea de las dificultades reales que presenta el amor cotidiano.
Dificultades que vosotros superáis cada día con creces, no os importa un estufido si luego en el sofá espera una risa y una cabezada, no importa el cansancio del trabajo o de la casa si después se cura con un beso en la frente, no importan las malas caras si una mirada lo cambia todo. Porque si, a día de hoy a pocos conozco que tras más de 25 años de pareja se miren como mi padre aún mira a mi madre. Con ese cariño, con esas ganas de estar con ella, con una mirada que dice «tengo a mi lado lo mejor de este mundo»
Porque si, os miro a vosotros y sois mi referente, os miro y se me olvidan las matemáticas, la física, la literatura e, incluso, la química. Por no hablar de que según esta vosotros no estáis enamorados, sino que en vuestro interior se están produciendo un millón de reacciones químicas por segundo las cuales se producen cuando ves o hueles a esa persona especial: lo que tiene la química.
Pero en fin, yo creo que hay mucho más que unas simples reacciones.
Y bueno, finalmente, tras haber hecho un repaso a las asignaturas de segundo de bachillerato… Solo quiero decirle una última cosa a mí padre.
Y es que, papá, yo lo único que pido es a alguien que tras 788.400.000segundos me siga mirando como tú miras a mamá.
Escrito por:
Irena Garay
J.C Bermejo Higuera dice en uno de sus artículos que el silencio es el ruido más fuerte que podemos escuchar. Sin embargo, vivimos poco en silencio. De hecho, siempre tratamos de evitarlo: aprovechamos cualquier momento para ponernos los auriculares, comenzar una conversación o encender la televisión.
Las personas cometemos el error de querer expresarlo todo con palabras y si a veces no encontramos las adecuadas, o no sabemos qué decir, nos agobiamos. ¿Pero por qué? ¿Significa esto que le tenemos miedo al silencio? ¿O le tenemos miedo a la situación que se pueda crear?
¿Pero por qué? ¿Significa esto que le tenemos miedo al silencio? ¿O le tenemos miedo a la situación que se pueda crear?
Cuando no queda nada por decir, tenemos la oportunidad de expresarnos sin límites, porque, aunque no somos conscientes de ello, las palabras nos limitan y mucho. Al hablar, contamos una mínima parte de todo lo que se nos está pasando la cabeza. Por eso, debemos darle la importancia que se merece a la comunicación no verbal: una sonrisa, un movimiento de manos, o un suspiro, pueden mostrar mucho más de nosotros de lo que pensamos. Lo que quiero decir con esto, es que no siempre hay que ir en busca de “la palabra perfecta” ya que muchas veces, sin necesidad de hablar, estamos diciendo muchas cosas.
No siempre hay que ir en busca de “la palabra perfecta” ya que muchas veces, sin necesidad de hablar, estamos diciendo muchas cosas
Soy consciente de que es difícil, pero tenemos que aprender a escuchar al silencio, a no tener miedo a lo que pueda pasar cuando éste aparece y a no agobiarnos si no hay ruido. Es verdad que hoy día estamos rodeados de bullicio y alboroto, y en cierto modo, nos ayuda a evadirnos por un momento de todos nuestros pensamientos y a evitar ese vacío al que tanto tememos. Sin embargo, por duro que sea, debemos superar esa barrera. Porque el silencio es magia, y puede brindarnos situaciones inolvidables.
Gema Solares Gutiérrez
Otros escritos:
O tienes unos kilos de más o de menos, vas demasiado maquillada o tal vez decides no perder el tiempo en ello, mides 1,70 o solo 1,50, eres fuerte de personalidad o más bien te dejas llevar por el fluir de la gente…
Día a día escuchamos comentarios de personas de nuestro alrededor haciendo comentarios “inofensivos” a cerca de nuestro físico o de cómo somos. Puede que en realidad no lo hagan con mala intención, lo dicen tal vez atendiendo a un trasfondo psicológico que resume muy bien la frase que dijo un día Buda “Todo lo que te molesta de otros seres es sólo una
proyección de lo que no has resuelto de ti mismo”
“Todo lo que te molesta de otros seres es sólo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo”
Parece que nunca alcanzamos la perfección para algunas personas, siempre tienen alguna contrariedad y nunca terminan de aceptar como somos. Estoy cansada de que siempre tenemos que llegar a alcanzar los estereotipos que impone la sociedad y no, yo quiero maquillarme para mí porque me siento bien así conmigo misma, si un día me apetece vestirme con un jersey de cuello alto me lo pongo y si un día quiero ir con un top porque así lo he decidido yo, lo hago, nunca por cumplir las expectativas de los demás sino para sentirme bien conmigo misma, no quiero buscar un trasfondo psicológico de que estamos condicionadas por las ideas rígidas de una sociedad que te castiga sino vas como ella desea.
Ya no. Hoy me siento libre. Hoy me gusto con estos kilos de más o de menos, con toda la ropa que tengo en mi armario, con mis momentos de querer gritar o los de estar en absoluto silencio…
Ya no. Hoy me siento libre. Hoy me gusto con estos kilos de más o de menos, con toda la ropa que tengo en mi armario, con mis momentos de querer gritar o los de estar en absoluto silencio…
Me gusto como soy. No estoy hecha para gustarle a todo el mundo, estoy hecha para gustarme a mí misma, y al que no le gusta que se marche.
Estoy segura de mí misma, no necesito la aprobación de nada ni de nadie. Ya ningún comentario menospreciándome intentando hundirme va a conseguirlo. Hoy no, hoy firmo la paz con mi conciencia y con mi cuerpo, ya no lo voy a castigar más.
Hoy quiero decirle que lo siento, perdón por todas las veces que te he tratado con maldad, que te he herido psicológicamente.
Todas las palabras que te hayan podido hacer daño, que te hayan hecho empequeñecerte, todas las veces que has llorado en silencio, que has mirado con envidia a esas modelos porque querías ser exactamente como ellas sin darte cuenta de que el
cuerpo más radiante lo tenías muy cerca…
¿Sabes qué? A veces esta bien eso de pasar de todo lo que digan y decirte…
Me da igual, me encanta.
Escrito por: Marina Camazon