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Las letras me ruegan
que haga de ellas alusión a esa forma que tienes de reír cuando te sientes tranquilo y tiemblas a la vez.
Cuando te quedas viendo para un punto fijo,
amor,
veo tu vida pasar por el iris,
veo el sol ponerse en tu expresión cuando sonríes de verdad.
Expresión seria pero llena de risa.
Conocerte
es equiparable a llegar a una ciudad nueva
muerta de ganas de conocerla. De descubrir rincones especiales, sitios favoritos y un nuevo hogar.
Eres el que parecía un soplo de aire fresco y terminó por ser huracán, tifón y tornado. ¿Sabes? Se silencian los grillos a tu paso por su vida
por su camino
por su verano.
Incluso los que no tienen nada
han jurado haber tenido una fortuna cuando te tuvieron a ti cerca.
Eres como las gotas que caen de los balcones sin previo aviso, inesperado e impredecible.
El equilibrio es imposible
contigo cantando Turnedo por ahí,
gritando que tú tienes el valor de quedarte; y es cierto, yo no te aguantaría con esa voz de infarto que tienes al susurrar.
Si es que Ferreiro va a tener razón, comentan por los bares que solo quieres que te abracen.
Tu más que de romper fotos eres de romper esquemas, planes, reglas, leyes. Cualquier cosa que te ponga un límite. Vives al 200% y duermes
y sueñas
y eso es vivir al máximo. Vivir. Vivir. Vivir.
Aunque
a mí no me engañas; apuesto porque en el fondo de tus entrañas en realidad extrañas un pecho,
un hombro,
un hogar
en el que descansar. Aunque, después de todo, eso también forma parte de tu vida.
Qué demonios.
Si tú siempre fuiste un santo ateo que le rezaba únicamente al CarpeDiem. Mientras el pecho te lata, vas a sentir la vida; de cualquier modo.
Nada más.
Nada más que vivir; y si puede ser,
una vida cerquita de ti.
