Le regalo todo lo que siento a unas cuantas líneas,
que me aportan más que muchas bocas perdidas de las que van y vienen sin un motivo por el que quedarse.
Abro mi pecho en canal para que a fin de cuentas no le llegue a nadie ni un sólo latido. Ni un solo recuerdo. Ni una sola sensación por la que acordarse de mi.
Manos que se pierden rodeadas de narcisismo, miradas confusas o algún guiño que la vida te pone ahí, pa confundir.
La vida es ir comiéndote kilómetros de carretera
con dos gotas de gasolina
y muchas ganas de correr.
Buscar un copiloto
que de vez en cuando te pida parar
porque está mareado de contar líneas de carretera. Y que tú pares. Sin más. Sin entender porqué; sólo porque te acaba de pedir que pares. Si tú eres de las que corre hasta que no puede más, sin obstáculo posible.
A ti, que eres el verano hecho persona, te suena bien la lluvia si va al compás de su respiración.
Rompecorazones por defecto
renuncia a los mecheros,
denuncia su falta de calor
y apaga el último cigarro.
El último guijarro que haces rebotar en el mar.
La última salida de emergencia que atraviesas.
A la mierda los tópicos.
Te quedas con el cuerdo
que encaja
a la perfección
en esa cabecita revólver que tienes; amante a disparar
loca por acabar
con todo aquel que te dijo
que tú
no estabas hecha
para nadie.